Un buen amigo mio ( que acabo vendiendo su alma por un puñado de dólares), me comentaba en una de nuestras innumerables comidas la necesidad de esta sociedad de mantener ciertas practicas o ritos de iniciación, parecidos a las de culturas mas antiguas. Así pues me sugería la necesidad de a cierta edad próxima a la adolescencia se podría establecer una etapa iniciática que consistiera en dar muerte a un animal y que era desagradable que esto hubiera quedado en una comunión en la que el individuo recibe infinidad de regalos sin aportar nada a cambio. Es evidente que lo que aportas a cambio es el mayor de tus tesoros, tu independencia racional, tu capacidad de juzgar sobre el bien y el mal y nos cabe la duda si es una forma de sociabilizar, de adoctrinar o simplemente de sectarizar. Pero sin duda, el reconocimiento de la necesidad y manifestación de las etapas iniciáticas en el desarrollo de los individuos no se puede poner en duda.
Así pues, he tenido en varias ocasiones la oportunidad de ver ante mi como se habrían caminos hacia mundos desconocidos hasta la fecha. Y con bastante prudencia e inseguridad me lanzaba a descubrir los senderos que encontraba a mi paso. Otras veces eran expresiones tan claras del mundo que me rodeaba y yo no había conseguido ver hasta la fecha, que me quedaba perplejo y aturdido por la manifestación. Y así me paso este domingo , siempre llamo mi atención el mundo del arte y ojee y admire todas las obras plásticas que se ponían a mi alcance. Pero por fin el domingo como os cuento, tuve una fuerte manifestación de lo que pudo ser la cultura a mediados del siglo XIX , me vi envuelto por sus calles, sus edificios y sus personajes y me volví a asombrar de lo poco que ha evolucionado la sociedad desde entonces. Mas de 150 años después no sabemos valorar la capacidad de nuestros sentidos e incluso de nosotros mismos y de nuestros semejantes. Algo en nuestro subconsciente nos dice que no valemos nada, nada mas que un puñado de dólares y siempre dependiendo de tu capacidad de abrir la mano.
